Puntual como siempre desde hace 75 años, a las 0 horas de la madrugada del Viernes Santo, los portones de San Cayetano se abrieron para dar inicio al esplendoroso sentir de la Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad y del Santo Sepulcro. Un año más, "La Piedad está en la calle", a pesar de los aires laicos que están intentando envolvernos y que quieren borrar cualquier vestigio de los que sentimos a nuestra Piedad y a nuestro Cristo en el corazón.
Había amenaza de lluvia y entonces el cielo se abrió y tras llorar durante unos minutos nuestra Madre nos permitió exteriorizar nuestros sentimientos, el incienso se mezclaba y perfumaba el ambiente, iniciamos la procesión, faltaban hermanos si, pero los llevábamos con nosotros en nuestro pensamiento y en nuestro corazón.
Que orgullosos procesionamos, pero orgullosos de llevar en el corazón a nuestra Piedad, orgullosos de sentir a nuestro Cristo, orgullosos de portar nuestro hábito, orgullosos de participar en una obra que permite que las mujeres desvalidas se vean arropadas, orgullosos de ayudar a que los “sin techo” se sientan vivos, en definitiva orgullosos de ser hermanos en el mas amplio sentido de la palabra.
Pero ¿vivir la Semana Santa actual?, la sociedad nos estimula a vivirla como una feria más, irnos de minivacaciones, hacer compras, ordenar la casa, etc., ayer sábado, mientras esperaba la incorporación al Santo Entierro observé la calle Alfonso, me pareció estar en plenas fiestas del Pilar, los manteros hacían su agosto, los mimos y las estatuas vivientes llenaban la calle, los músicos complementaban los huecos y los perritos mecánicos daban piruetas en el aire. Ya entrada la noche, esperando el paso de la Dolorosa, se mezclaba el sonido de los tambores con el bullicio de los bares, la sobriedad cofrade con el desenfreno, es verdad que los tiempos cambian pero ni debemos ni podemos olvidar otra Semana Santa, una Semana Santa de contemplación, de búsqueda, de introspección, de asumir las cruces, de momentos para la familia, de reconciliación, de amor...
Pidamos que en esta Semana Santa se nos llene el corazón del mismo amor con el que Jesús se entregó por nosotros, para que podamos manifestarlo a los que están cerca nuestro todos los días del año, recordando y perpetuando a todos nuestros hermanos fallecidos y de este modo hacer que cada semana del año sea Semana Santa.
Había amenaza de lluvia y entonces el cielo se abrió y tras llorar durante unos minutos nuestra Madre nos permitió exteriorizar nuestros sentimientos, el incienso se mezclaba y perfumaba el ambiente, iniciamos la procesión, faltaban hermanos si, pero los llevábamos con nosotros en nuestro pensamiento y en nuestro corazón.
Que orgullosos procesionamos, pero orgullosos de llevar en el corazón a nuestra Piedad, orgullosos de sentir a nuestro Cristo, orgullosos de portar nuestro hábito, orgullosos de participar en una obra que permite que las mujeres desvalidas se vean arropadas, orgullosos de ayudar a que los “sin techo” se sientan vivos, en definitiva orgullosos de ser hermanos en el mas amplio sentido de la palabra.
Pero ¿vivir la Semana Santa actual?, la sociedad nos estimula a vivirla como una feria más, irnos de minivacaciones, hacer compras, ordenar la casa, etc., ayer sábado, mientras esperaba la incorporación al Santo Entierro observé la calle Alfonso, me pareció estar en plenas fiestas del Pilar, los manteros hacían su agosto, los mimos y las estatuas vivientes llenaban la calle, los músicos complementaban los huecos y los perritos mecánicos daban piruetas en el aire. Ya entrada la noche, esperando el paso de la Dolorosa, se mezclaba el sonido de los tambores con el bullicio de los bares, la sobriedad cofrade con el desenfreno, es verdad que los tiempos cambian pero ni debemos ni podemos olvidar otra Semana Santa, una Semana Santa de contemplación, de búsqueda, de introspección, de asumir las cruces, de momentos para la familia, de reconciliación, de amor...
Pidamos que en esta Semana Santa se nos llene el corazón del mismo amor con el que Jesús se entregó por nosotros, para que podamos manifestarlo a los que están cerca nuestro todos los días del año, recordando y perpetuando a todos nuestros hermanos fallecidos y de este modo hacer que cada semana del año sea Semana Santa.